jueves, 19 de noviembre de 2015

MADURITO INTERESANTE

Les confieso que últimamente llevo mal eso del paso del tiempo en mis carnes morenas y esa manía del ser humano de cumplir años, uno detrás de otro sin solución de continuidad. Pero, en fin, qué se le va a hacer. Ya se sabe que cada uno se contenta con lo que puede. Algunos haciendo suya esa frase que acuñara Adolfo Domínguez que alude a la belleza de la arruga, y otros ocultando su verdadera edad a los demás (sobre todo el Facebook, que vaya con algunos y algunas). Los hay también que hacen un pacto diabólico con alguna clínica dermoestética alisando la piel, poniendo o quitando cosas de allí o de allá hasta llegar, en ocasiones, a rozar el ridículo (ahí tienen a Carmen de Mairena que da miedo verla, por Dios…). Todos, en uno u otro momento, caemos en la tentación de engañar al calendario. Pero, como suele ocurrir, hay días y días. Y les cuento. 

Fue el pasado lunes. Parece como si todos los astros se hubiesen alineado ese día para recordarme lo rápido que pasa el tiempo y cómo éste se ceba en mi persona. Y la primera, en la frente. Fue al despertarme. Era el primer día de la semana. El día anterior había trasnochado demasiado. Como cada mañana me dirigí al cuarto de baño. Y allí estaba yo, frente un espejo chivato que me devolvía con crueldad los efectos de una insomne noche en mi cara. El despeinado de mi pelo, las evidentes ojeras y una barba de tres días aumentaba mi sensación de estar frente a la reencarnación del abuelo de Heidi ¿Quién es ese que se asoma frente a mí? En fin, pensé, una ducha y todo arreglado… o casi. Creí que todo acababa ahí, pero no fue así. Ya en el coche y camino del cole, hice un comentario a mi hijo sobre el vaquero hecho jirones que llevaba, tan largo que casi se lo pisaba. Su respuesta aludió a eso de que papá estás ya muy mayor, no entiendes y eres un antiguo. Me callé para no meter más la pata. Al llegar a mi trabajo, en el ascensor, un vecino que dice que estoy más gordito aunque, en un intento de arreglarlo, dijo que eso de la tripita era normal en “alguien de mi edad”. 

A mediodía, al salir, un joven en la calle me llamó de usted para preguntarme la hora, y por la tarde el peluquero me preguntó si quería ocultar mis canas con un líquido que era lo último en cosmética capilar para disimular el blanco de mi cabello de madurito interesante. Menos mal que el día acabó. Pero llegarán otros. Y mañana seré un día mayor. En fin, siempre podré decir eso de que lo importante es llegar a esta edad, o que así es la vida, o que la experiencia es un grado (aunque siempre habrá quien te diga que esa expresión es de cuando se hacía la mili, que yo la hice, en la Marina para más señas). Pero el que tuvo… retuvo, como diría el otro.  Y aquí está el tío. Un “madurito interesante” ¿O no? Y es que cada uno se contenta con lo que puede.


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