miércoles, 15 de febrero de 2012

SOLEDAD


(Artículo publicado en Viva Jerez el 16.2.2012)
A veces necesitamos escapar de todo y de todos. Evadirnos en alma y en espíritu y lanzarnos a una aventura distinta que nos traslade a otros mundos y a experimentar otras sensaciones. A veces, la rutina, la monotonía y el hastío diario nos asfixian de tal forma que la única salida es la evasión. Respirar el último aire puro que emana la montaña, pasear a solas y sin prisas en la madrugada,  conducir sin rumbo fijo por una carretera comarcal, sentarse a orillas de un manso río y mirar su cauce o simplemente aislarse del mundo con los ojos cerrados soñando despierto. Es una necesidad del ser humano que se agudiza, más si cabe, en el seno de una sociedad que nos oprime a golpe de las manecillas de un reloj. 

Huir es, en muchas ocasiones, vital para continuar sobreviviendo y en otras, esencial para cargar las pilas de un espíritu cansado. Los que nos rodean lo agradecerán. Se trata simplemente de huir del peso de un trabajo inestable y del consiguiente futuro incierto que nos aguarda. Arrancar la pesada máscara de hipocresía social que necesariamente debemos portar para alcanzar determinados logros. Hacer un paréntesis que nos separe del ruido que nos rodea. Buscar un oasis con palmeras y fina arena en mitad del asfalto que nos invade. Parar el mundo y bajarse durante un instante. Un instante para adentrarnos en nuestro propio mundo. Es una experiencia que les aconsejo que emprendan solos, sin prisas, masticando la yerma serenidad y sintiendo cómo el aire entra y sale de nuestros pulmones. No importa el día ni las circunstancias personales. No importa dónde ni cómo. Lo realmente importante es que ejerciten de vez en cuando esta sana costumbre. 

Pero, eso sí, solos. Como dijo el sabio Sancho Panza  “desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano”.  Otro legendario sabio, Buda, sentenció que el hombre nace y muere solo, y que esa soledad se mitiga durante toda nuestra existencia con la compañía de otros hombres solos con los que se comparten vivencias y momentos. Intentando no caer en los extremos que proponía el filósofo Schopenhauer, que veía la soledad como “patrimonio de los espíritus superiores y como un signo de su superioridad”, considero que la búsqueda de esa soledad implica la realización de un ejercicio de  introspección hacia lo más profundo de nuestro ser. Es encontrarse y, a la vez, descubrirse a uno mismo. Y es que en ese momento de conversación con tu propia alma, con tu mente y tu corazón encontraremos respuestas a muchas preguntas. Algo que todos deberíamos hacer algún día para sentirnos vivos y para volver a enfrentarnos con fuerzas y optimismo a la cruda realidad diaria que nos envuelve y que, a veces, agazapada, nos atrapa inexorablemente. 

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