miércoles, 30 de enero de 2013

NUNCA ES TARDE


(Artículo publicado en Viva Jerez el 31/1/2013)
Abrió los ojos y miró a su alrededor. Allí estaba ella, en una casa extraña, junto a un hombre que dormía plácidamente y cuyo nombre no recordaba. Sus ojos recorrieron su cuerpo desnudo y en sus labios asomó una tímida sonrisa al recordar los besos y los abrazos, las caricias y los susurros de toda una noche de pasión y desenfreno. Su vello se erizó al revivir esos momentos que se le antojaba mágicos y maravillosos. Y lo más extraño es que se sentía feliz, sin remordimientos. Durante años, la habían educado para ser recatada, para esperar a que ese hombre bueno y de buena familia, que con las mejores intenciones la llevara de blanco al altar. ¡Cuidado con los hombres!, le había advertido su madre. ¡Nada de placeres carnales!, le habían ordenado los curas martilleándole constantemente con el concepto de pecado. Y entre advertencias y órdenes su vida se había limitado a esperar una oportunidad que nunca llegó. Desde su andén vio transitar trenes que pasaban de largo, pero también vio pasar su vida de un plumazo. 

Ya no era esa joven lozana que hacía volver la cabeza a los chicos de su barrio. Cuando ahora se miraba al espejo veía a una persona madura que había envejecido manteniendo su honra intacta. ¡Su honra!. ¿Y su vida? ¿Quién se la devolvía?. ¿Su madre, los curas, una sociedad basada en el tabú al sexo?. Tenía 56 años y su arroz estaba para pegar sobres. Y ahora estaba allí, desnuda, junto a un hombre que le había despertado de un sueño de años. Pensó en todo lo que se había perdido en el camino, en las noches apasionadas que nunca vivió, en una juventud encadenando lutos por la muerte de tíos y tías que casi no conocía, en las faldas por debajo de las rodillas… En Javier, ese medio novio que se cansó de esperar un achuchón y se fue con su amiga María. En Manolo, ese chico que tanto le gustaba pero que nunca se atrevió a acercarse a él porque no era ese el papel de una mujer decente. 

Se incorporó lentamente, sin querer despertarlo y se dirigió al cuarto de baño. El espejo le devolvió la imagen de una mujer mayor pero exultante, despeinada pero radiante, henchida de felicidad. Recorrió con la mirada su oscuro y desnudo objeto de deseo despojada ya de cualquier sensación de pecado. Se encontraba preciosa. Cerró sus ojos y recordó al detalle la noche anterior, el cortejo inicial, el nerviosismo posterior, la calidez de sus cuerpos entrelazados, el ímpetu desenfrenado que desconocía poseer y que la había acompañado durante la noche... y el clímax final. Abrió sus ojos y volvió a sonreír. Regresó a la cama y lo miró fijamente. Aún dormía. Recorrió con la vista el cuerpo desnudo del hombre que yacía en esa cama. Se sentía como una colegiala que acababa de descubrir el amor. Acercó los labios a su frente y lo besó. Nunca es tarde, pensó. Y volvió a sonreír...

viernes, 25 de enero de 2013

DE ALCÁSSER A MARTA DEL CASTILLO


El sempiterno debate de los periodistas en torno a los sucesos con contenido o imágenes morbosas, es analizado a la perfección por la periodista Amparo Bou en la web de Canal de Noticias Andalucía (CNA). De Alcásser a Marta del Castillo, los periodistas tenemos un deber con la información pero también con la ética.
OPINIÓN/Amparo Bou (*).-Estos días se cumplen 20 años del hallazgo de los cadáveres de las tristemente famosas niñas de Alcàsser, que habían sido torturadas, violadas y asesinadas salvajemente el mismo día de su desaparición. El caso provocó, además de tristeza e indignación por el horrible crimen, un gran debate social y periodístico sobre los límites del morbo, especialmente en televisión.
Los periodistas hemos hecho autocrítica por este tipo de casos, aunque no sé si lo suficiente, ya que, 20 años después del caso Alcàsser, en otros crímenes horribles como por ejemplo el de Marta del Castillo se han cometido errores similares; basta recordar la entrevista, previo pago, a la madre del Cuco, uno de los supuestos autores del asesinato de la joven.
Pero no solo los periodistas somos responsables de los desmanes en este tipo de casos. También la sociedad en su conjunto debería reconocer que, en ocasiones, el morbo puede más que el respeto a las familias que están sufriendo, y ese morbo alimenta las malas prácticas periodísticas: sin una audiencia que las respaldara, los medios de comunicación no tendrían interés en ellas.
Es la eterna pregunta, ¿qué es antes, la audiencia ávida de detalles escabrosos, o el contenido morboso?
Una pregunta para la que nadie tiene la respuesta, cada uno lo ve desde el punto de vista de sus intereses. Desde mi punto de vista, audiencia y medios de comunicación se retroalimentan, pero los periodistas tenemos una responsabilidad social que no debemos eludir, y que debería llevarnos a no transitar esos caminos morbosos ni ahondar en las heridas de los familiares de las víctimas.
Recepción de la Princesa de Asturias a los autores del libro
Sin embargo muchas veces quienes deciden no son los curritos de a pie, sino los altos dirigentes de las empresas periodísticas, que miran más por el dinero que les reporta en audiencia. Y ahí queda la pescadilla que se muerde la cola.
A quien tenga interés en estos asuntos, le dejo el enlace de mi análisis del caso Alcàsser, escrito hace cinco años para el libro Cómo informar sobre Infancia y Violencia, editado por el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
Está, con descarga gratuita, en www.slcomunicacion.com. Un ejemplo de que los periodistas sí intentamos hacer autocrítica; no sé si la sociedad en su conjunto lo ha intentado, y es urgente, para evitar el sufrimiento a más familias

miércoles, 16 de enero de 2013

CEDOWN


(Artículo publicado en Viva Jerez el 17/1/2013)
Tengo ante mi mesa una foto que siempre me trae muy buenos recuerdos. Corresponde a uno de los meses del calendario solidario, editado por la asociación Cedown, y en el que tuve la fortuna de participar junto a mis compañeros de profesión Rafa Delgado, Rober Pazo, Enrique Gallego, Manuel Martínez y Ana Huguet. En la instantánea de Daniel Carretero, realizada junto al templete de la Alameda Vieja, aparecemos acompañando a cuatro niños con síndrome de Down. Previamente, habíamos estado junto al entonces presidente,  Francisco José Contreras, en su sede de la Plaza de los Ángeles compartiendo con ellos muy gratos momentos. Recuerdo ese día con mucho cariño porque no faltaron abrazos, besos y sonrisas... como hubiera ocurrido con otros niños y niñas. Porque al igual que el resto de las personas, cada uno de ellos es distinto de otro. No hay diferentes grados de síndrome de Down, lo que existen son las diferencias propias entre una persona y otra. No son enfermos, ni debemos tratarlos como si lo fueran. Poseen una estructura genética distinta, como el resto de los niños, eso es todo. Y al igual que los demás, si se les da la oportunidad y no se les sobreprotege, son capaces de lograr importantes grados de autonomía. Ejemplos hay miles. 
Hace unos años, mi amigo Cristóbal Romero Gandolfo, que actualmente preside este colectivo, me hizo ver la importancia de conocerlos para comprenderlos. Que precisan de una formación y una atención algo más intensa y personalizada que el resto para, de este modo, hacer posible su plena integración escolar, social y laboral. Concienciar a la sociedad sobre esta realidad es uno de los objetivos de esta asociación jerezana que trabaja con los niños desde la base, con programas de atención temprana, pasando por la fisioterapia, psicomotricidad, logopedia o el desarrollo cognitivo. Para hacerlo, precisan de fondos, de ayudas que no llegan porque los recortes llegaron hace años a ésta y a otras asociaciones que dedican su esfuerzo en ayudar a los demás. 
Probablemente, muchos de ustedes hayan adquirido un calendario 2013 de Cedown; este año con las colaboraciones de Caballero Bonald, Los Morancos o Jesús Mendoza entre otros. Y espero que cada día, al mirarlo, se acuerden como yo, de esos niños y niñas que quieren y se dejan querer, y que piden a gritos una oportunidad que sin duda no desaprovecharán. De eso, saben muchos los padres y madres que un día, mirando al cielo, preguntaron porqué; que más adelante se preguntaron porqué no, y que ahora dan gracias por un regalo que les llena de vida y de diarias satisfacciones. Como dice la canción de Julieta Venegas: “Si quieres un poco de mi, dame paciencia y verás, será mejor que andar corriendo. Ser delicado y esperar, dame tiempo para darte todo lo que tengo…”

miércoles, 9 de enero de 2013

LA NOCHECITA


(Artículo publicado en Viva Jerez el 10/1/2013)
¡Vaya cara que tienes hoy!. Así me recibió esa mañana el espejo del cuarto de baño al verme. Ojeroso y con los pliegues de la almohada aún visibles en mi cara, la imagen que devolvía el espejo no era la mejor para afrontar la dura jornada que me esperaba. Minutos antes, el cruel despertador me había sacado a golpe de ring-ring del mundo onírico en el que habitaba feliz para devolverme a la cruda realidad de un día más de trabajo. Y es que la nochecita no había tenido desperdicio. Me acosté tarde, a la una de la madrugada y hasta las cuatro y media no cogí el sueño. Probablemente me equivoqué de paquete y no me tomé el descafeinado de la tarde al que estoy acostumbrado sino el Catunambú que había en el estante, con toda su cafeína. Me levanté tres veces para ir al servicio, una a la cocina para beber un vaso de leche, chateé un poco en Internet, leí un capítulo más del último libro de Saramago que lleva más de un mes en mi mesita de noche y a punto estuve de comprarme el robot de cocina que anunciaban en el Teletienda que tritura, corta y pela todo tipo de verduras y hasta pica el hielo. Pero nada. Ni por esas cogía el sueño. 

Pensé en contar borreguitos, pero como no era efectivo, probé a contar gatitos, osos panda y hasta cachalotes del Índico… pero nada. La última vez que miré el reloj eran las cuatro y cuarto, por lo que supongo que poco después Morfeo que acogió suavemente en su seno. Algo más de dos horas después, ahí estaba yo. Recién duchado, afeitado, desayunado, peinado y vestido. Volví a mirarme al espejo y la imagen no era mucho mejor que la anterior. Pensé en llamar a mi jefe aduciéndole la repentina muerte de mi tío segundo por parte de mi madre, ése que vive en Bilbao, y que me hallaba tan consternado por la noticia que no tenía fuerzas para ir al trabajo. Después consideré que mis naturales dotes para convencer al personal se hallaban hoy mermadas por el estado de embriaguez mental en el que me encontraba. 

Total, que me armé de valor y allí que estaba yo en plena calle, andando presto al trabajo, aislado por la música de mi Ipod cuando, de repente, algo me llamó la atención. Había pocos coches y menos gente en la calle. Miré el reloj. Llego bien al trabajo. Son las 7,50 de la mañana y hoy es… Hoy es lunes… ¡Siete de enero!.  ¿Se imaginan la cara de tonto que se me puso, allí parado, frente al señor de la Puerta Real y junto a dos japoneses que le hacían fotos a Primo de Rivera?. En fin, que de perdidos al río. Compré la prensa y me fui a La Vega a tomar churros a ver si me despejaba un poco. ¿Un café?, me sugirió el camarero chino que ahora lo regenta. ¡No, por Dios!, que me voy rápido a casa… a ver si duermo un poco…

miércoles, 2 de enero de 2013

CARTA A LOS REYES MAGOS


(Artículo publicado en Viva Jerez el 3/1/2013)
Queridos Reyes Magos: Como bien sabéis no es la primera vez que os escribo, aunque sí la primera que hago pública esta carta en la que, como cada año, me despojo de mi careta de adulto para dejar al aire mi verdadera faz de niño a la que nunca renuncié pese a los años. Sirvan mis primeras palabras para reiterar mi convencimiento de que existís, de que realmente llegáis cada año por estas fechas para llenar de ilusión los corazones de todos, y en especial, del mío. Conste que nunca hice caso de aquellos “amigos” que negaban vuestra presencia diciendo que eran los padres los que dejaban los regalos a los pies de la cama. Yo los miraba sonriendo porque vivían engañados y creían ser más mayores por no tener fe en vuestras altezas reales. Y una vez que la pierdes… nunca la recuperas. Bien es cierto que existen otros reyes que, disfrazados con barbas postizas, coronas y atuendos reales (que su mérito tendrán, no me cabe duda) se pasean por centros comerciales, colegios, empresas y asociaciones de vecinos pretendiendo usurparos. Yo sé que van de buena fe y que sólo pretenden alegrar a los más pequeños en estos días de fiesta. 

Pero nadie podrá despojaros de vuestra real presencia la mágica noche del día 5 de enero. Porque ese día no faltaré a la cita. Desde que era un renacuajo que no levantaba dos palmos del suelo y mi padre me subía a sus hombros para ver las carrozas y atrapar algunos caramelos no he faltado ni un solo día a la Cabalgata. Ahora llevo a mis hijos, y los subo a hombros y les aseguro que estos son los verdaderos Reyes Magos. Y les digo que deben creer en vosotros, y no hacer caso a esos incrédulos que os niegan. Porque siempre creí que la infancia se pierde el día que perdemos nuestra fe en los Reyes. 

En fin, ahí van mis peticiones. Este año no os voy a pedir nada para mí. Sería egoísta por mi parte atendiendo a cómo están las cosas a mi alrededor. Sé que hay gente que lo pasa mal, que perdió su trabajo o que no lo encuentra, que hace malabarismos para llegar a fin de mes, que llora al ver a sus hijos sin lo más básico, que perdió la ilusión en el futuro. Para ellos pido un milagro o al menos la esperanza en que lo conseguirán. Para los políticos que no recuerdan el color del asfalto, para los banqueros que perdieron su alma en la almoneda, y para los empresarios sin escrúpulos ni sangre en las venas… pido toneladas de carbón. Para los políticos honrados, los banqueros transparentes y los empresarios leales les reclamo que dejen de ser minoría. Para la gente solidaria que regala su corazón, sus sonrisas y el dinero que no tienen a los más necesitados, pido el más grande de los reconocimientos. Y para Jerez que vuelva a estar donde le corresponde como ciudad que quiero y en la que creo. Queridos Reyes Magos, gracias anticipadas.
Pd: Por cierto, Baltasar, que estaré en la esquina de las calles Medina con Arcos. Por si cae algún puñado de caramelos y algún regalo… Ya sabes…