miércoles, 30 de marzo de 2011

EL PILOTITO DEL COCHE

(Artículo publicado en Viva Jerez el31/3/2011)

Reconozco que no había hecho caso al pilotito que me advertía de la necesidad de echar combustible. Estaba llegando al peaje de Las Cabezas e iba con prisa para recoger a un amigo en el Aeropuerto de Sevilla. A la vuelta, pensé, echo gasoil. A fin de cuentas, mi Laguna tiene un tanque con mucha capacidad… Llegando a la ciudad me sorprendió un repentino atasco. Un reasfaltado que me tuvo 20 minutos a paso de tortuga. Comencé a ponerme nervioso. El termómetro del coche indicaba 27 grados. Miraba al unísono el reloj y el pilotito naranja, que cada vez estaba más naranja. Al fin llegué al Aeropuerto. Llamé a mi amigo y me dijo que aún esperaba las maletas. Para colmo, un municipal me indicó que no podía permanecer estacionado. No merecía la pena pagar el parking, así que decidí dar una vuelta. Salí del Aeropuerto y para volver a entrar tuve que irme cuatro kilómetros atrás, tomar un cambio de sentido y volver.

Al fin lo recogí. Abrazos, qué tal tu vuelo, como va la familia, qué calor hace en Sevilla… Cuando me fui a dar cuenta estaba ya en la Autopista y me había pasado el área de servicio de Los Palacios. Miré al pilotito y éste me miró a mí. Tragué saliva. Había hecho casi 80 kilómetros desde que se encendió. La siguiente área era el Cerro del Fantasma a 22 kilómetros. No llegaba. Decidí dar un volantazo, salir de la Autopista y dirigirme a Los Palacios. Nada más salir, el coche comenzó a renquear, a dar las últimas boqueadas. Una señal indicaba que a 1.500 metros había una gasolinera. Aproveché una pendiente para poner punto muerto. Pero nada. Hasta aquí llegó. Me paré en el arcén y el pilotito se apagó. Eran las 2 de la tarde y el sol apretaba de lo lindo en ese páramo. 33 grados al sol. Me acerco a la Gasolinera y vuelvo, le dije a mi amigo. Te dejo encendida la radio. En fin, está solo a kilómetro y medio. ¿Alguna vez han andado 1.500 metros por una carretera asfaltada y ardiendo por el sol?. Se me hizo eterno. Para colmo, nadie hacía caso a mis señales de autoestopista. Al fin llegué. Chorreando, pero llegué. ¿Me da una botella de gasoil, por favor?.¿Trae un envase?. Se me quedó la cara de tonto. ¿Qué envase ni qué niño muerto?. Es que aquí no vendemos. Y allí estaba yo, buscando en las papeleras alguna botella vacía de Coca Cola. Al fin encontré una de Fanta Limón de 2 litros sin tapón. Servirá, pensé. ¿Cuánto es?. 2.60, me dijo. Ni un euro en el bolsillo. Tome mi tarjeta. Lo siento, pero el mínimo son 10 euros. ¡Pues cóbreme 10 euros, por Dios y acabemos con esto…!.

De vuelta al coche, con el dedo tapando el orificio, advertí que la botella iba rota por abajo y ya se había perdido un litro por el camino. Puse otro dedo sobre el plástico roto. Tenía la camisa empapada en sudor y el pantalón chorreando de gasolina. Vaya foto la mía para colgarla en el Feisbuq. Al fin llegué y mi amigo me recibió serio y con los brazos en jarra. ¿Sabes el calor que he pasado aquí dentro?. ¡Para eso me pido un taxi!. Les confieso que estuve a punto de hacerle tragar el gasoil y, de paso, prenderle fuego al coche, con su tanque, su termómetro, su pilotito y la madre que lo…

miércoles, 23 de marzo de 2011

VIEJOS TIEMPOS

(Artículo publicado en Viva Jerez el 24/3/10)

Esta mañana mi madre me ha despertado temprano. Medio dormido, he desayunado en la cocina. Lo de siempre, pan con manteca colorá con azúcar y un Cola Cao, mientras ojeo un tebeo del Capitán Trueno. Ni se me ocurre poner la tele, ya que emiten hasta por la tarde. Además, no tenemos UHF. La he visto en casa de un vecino y ponen muchos dibujos animados. Mientras, ha llegado mi amigo Luis, que siempre viene conmigo al cole. Con cara de satisfacción me ha enseñado su colección de cromos Maga. La ha terminado después de tres meses. Al final, encontró ese tan difícil del Tucán brasileño. Ya son las nueve menos cuarto. Mi padre nos espera en el Renault 6 para llevarnos a los marianistas de la Porvera. Hoy tenemos a Don Elías a primera hora. Seguro que nos vuelve a hablar de los conjuntos vacíos. Aún no me ha quedado claro qué es eso...

A medio día, nos recoge la madre de Luis. Después de almorzar espoleá, que a mi madre le sale de lujo, he bajado mi BH plegable a la calle y me he ido a la plazoleta. Allí está toda la panda. José Mari, Manolín, el Antoñito... Están jugando al bolindre. Como siempre, gana Manolo, que tiene un vicio jugando al “hoyito mío”... Además, como su padre trabaja en la Base, se ha traído bolas americanas superchulas. Luis propone jugar a otra cosa. Al escondite, a la piola, a la lima, a policías y ladrones, a las chapas... Al otro lado de la calle, las chicas juegan al elástico. A veces, nos fijamos cuando saltan por si se les ven las bragas. Manolín asegura que el otro día se las vio a la Rosi, pero no suelta prenda de cómo eran. Finalmente jugamos al fútbol. Ponemos dos jerseys y hacen de portería. Lo malo es que cuando pasa un coche tenemos que parar el partido. Cinco veces hemos tenido que parar hoy.

A las 7 me he ido a casa de Luis… han empezado los Chiripitifláuticos. Después de ver la tele, su madre nos da un bocadillo de mortadela y nos ponemos a jugar en su casa al parchís. Ya por la noche, me vuelvo a casa. Recojo el casco vacío y me paso por la confitería para comprar el tinto para mi padre y la Casera blanca. Por cierto que me he guardado la caperuza. Ya tengo 95 y con otras 300 más me dan un balón de reglamento. Cuando llego, mi padre está viendo “Crónicas de un Pueblo”. Ceno una tortilla a la francesa y me voy a la cama. Leo un capítulo de “Las aventuras de los cinco” y me duermo enseguida. Un día genial. Hoy, 30 años después, mi hijo de 9 años tiene la Nintendo DS, reproductor de mp3, Play Station 2, todas las pelis de Walt Disney, 200 canales de ONO, ordenador portátil, clases de fútbol y kárate, cumpleaños en Camelot… Y a veces me dice que qué hacemos, que se aburre. Algo está fallando en esta sociedad. ¿No creen?

martes, 22 de marzo de 2011

JAIME


Ya falta menos. Pesa 2,8 kilos y en menos de un mes verá la luz. Esta es la foto que le hice a la ecografía 3-D que se hizo Amparo ayer lunes, 21 de marzo. Quería compartirla con vosotros...

















miércoles, 16 de marzo de 2011

DEPRISA, DEPRISA

(Artículo publicado en Viva Jerez el 17 /3/2010)

Sigo sin comprender la causa por la que se hace patente la denominada Ley de Murphy cuando menos interés tenemos en que aparezca. El caso que les cuento es reflejo de cómo esta norma no escrita puede llegar a alterar nuestra razón hasta límites que rozan la locura. Fue este lunes. Debía acudir a una cita muy importante (de las que no aceptan segunda convocatoria) a las 7,30 de la tarde. Afortunadamente –pensé- tenemos una ciudad accesible que nos posibilita cruzarla en coche, de norte a sur, en quince minutos. Pese a todo, salí de casa más de media hora antes. Por si acaso… Y la primera en la frente. Un coche aparcado en segunda fila justamente a la altura del mío. Mira que hay coches en la fila, pues nada, delante del mío. Toqué el claxon una y otra vez hasta que, tras cinco minutos de espera apareció un señor de andar despreocupado y sin aparente prisa que, encima, me recriminó mi nerviosismo. ¡Qué pasa, con los nervios…! Respiré hondo, me callé. No tenía tiempo para discutir. Por fin arranqué y salí de allí. Miré la hora. Me sobra tiempo, pensé. Al final de una calle me encuentro con la avenida de los Marianistas y, delante, un coche de autoescuela. Me armé de paciencia. Cuatro minutos esperando a que el conductor (aventuro que era su primera clase práctica) decidiera incorporarse a la avenida. Tras varios amagos, se decide y cuando giro, el semáforo se torna rojo. Un minuto después, ya en verde, acelero y al poco otro semáforo en rojo. Y así hasta en cuatro ocasiones. ¿Qué pasa, que al Ayuntamiento le sale más barata la bombillita roja que la verde?. ¡Qué sincronización!.

Para colmo, a la mitad de la calle Lealas debo parar porque un colegio en excursión por el centro está cruzando por el paso de cebra a paso de tortuga. Empecé a ponerme nervioso. Eran las 7,35. Ya llegaba tarde. La impaciencia crecía. Nada más podía ocurrirme, pensé. Me equivocaba. Ya en la Porvera intento atajar por la calle Gaitán y en esas que el coche de delante se detiene. De él sale una pareja que, sin mediar palabra, abre el capó y comienza a descargar toda la compra del mes. Bolsas y más bolsas del Carrefour. Ya son las 7.45 y aún estoy a la mitad del trayecto. Comienza un tic de cadencia cada vez más preocupante en mi ojo derecho.

Por fin terminan y, sin pedirme disculpas, arrancan. Cerca del Mamelón suena el móvil y lo cojo. ¿Sí dígame?. ¡Estoy llegando, de verdad... En cinco minutos estoy ahí!, respondo a mi interlocutor. En ese momento un policía local me hace señas para que me detenga. ¡Perdone, le tengo que multar por hablar por teléfono!. ¡Aparque en el arcén y espere a que llame a un compañero porque me he quedado sin impresos para la multa!. Vuelve a sonar el teléfono. El tic se pasa al otro ojo. ¡Maldito Murphy!.

miércoles, 9 de marzo de 2011

HABLEMOS DE SEXO

(Artículo publicado en Viva Jerez el 10/3/2011)

Es bien sabido, hoy día, que el sexo es fuente de salud, siempre que se practique con naturalidad, respeto y regularidad. Alivia el estrés y calma la ansiedad. Este silogismo, respaldado por científicos, sexólogos y estudiosos de la materia, contrasta con todo tipo de barreras psicológicas que desde siglos se nos impusieron desde las altas instancias religiosas. Años de dictadura bajo palio en los que el sexo era sucio si era ejercido fuera del matrimonio. Años en los que su enseñanza se circunscribía a cuatro libros de contenido casto y con circunloquios indescifrables donde el sentimiento de culpa y de condenación eterna en el averno fluctuaba en cada roce, beso o tocamientos de los denominados impuros. Todo ello provocaba situaciones de frustración al no poder completar con satisfacción unas necesidades físicas inherentes al todo ser humano.

Y qué hablar del papel de la mujer. Condenadas durante siglos a no gozar del sexo, eran simplemente las encargadas de traer al mundo a los vástagos y a cuidar del hogar. Se les enseñaba a cumplir ese rol reproductor y familiar desde pequeñitas. Quedaba claro que el sexo no era importante en sus vidas y que, por tanto, no tenían derecho a disfrutar de él. Cuando pienso en esos años de oscurantismo y tabúes, de duchas frías por supuestos pensamientos impuros, de impúdicos calendarios y revistas en sepia escondidas bajo la cama, de confesiones y arrepentimientos ante un señor con sotana por mirar de soslayo a la vecina del quinto o por calmar a solas y bajo las sábanas las irrefrenables ansias hormonales de la pubertad, me estremezco. Afortunadamente atrás quedaron esos y otros episodios que, los que ya peinamos alguna cana, aún recordamos con incredulidad. Satisface ver cómo los chicos y chicas de la actual generación hablan sin tapujos de situaciones que hace tan sólo tres décadas eran impensables. Hoy, muchos imberbes darían lecciones particulares de sexo a sus abuelos, y muchas abuelas aún se azoran al oír a sus nietas hablar abiertamente de esta materia.

Considero que nada ni nadie, desde cualquier instancia, debe juzgar interponerse en el placer ajeno siempre que exista respeto. Y menos escudándose en el nombre de alguien que predicó el amor y que nunca, que se sepa, condenó su práctica. Estoy hablando de aquellos que durante siglos nos obligaron a comulgar con ruedas de molino con una verdad que consideraban irrefutable porque alguien, un día, lo escribió y decretó en una fría estancia en mitad de la ciudad que fundaran Rómulo y Remo.

miércoles, 2 de marzo de 2011

PRECAUCIÓN, AMIGO CONDUCTOR

(Artículo publicado en Viva Jerez el 3/3/2011)

La que se ha liado con el anuncio del Gobierno de reducir el límite de velocidad a 110 kilómetros por hora. Que si es una medida recaudatoria (por aquello de las multas que nos esperan a partir del 7 de marzo); que si habrá más accidentes por el aburrimiento que supondrá “correr” tan despacio; que el ahorro de carburante no será tanto como se dice…


Les confieso que me debato en apoyar o criticar esta medida transitoria, aunque en este caso derivaré mi artículo en otro sentido: en la velocidad que pueden alcanzar nuestros turismos. La historia viene de antiguo. Muchos recordarán ese lema de “Papá no corras”, con la foto de los niños, la mujer y a veces incluso la suegra adheridos en el salpicadero del coche mirando fijamente al sufrido conductor. O esa canción de Perlita de Huelva: “Atención amigo conductor, la senda es peligrosa y te espera tu madre y esposa para darte un abrazo de amor”. En los últimos años, Tráfico ha endurecido las penas a la vez que ha dado una vuelta de tuerca a las campañas publicitarias incidiendo en los efectos negativos de conducir bajo los efectos del alcohol o de sobrepasar la velocidad permitida. Pero, como les digo, voy a incidir en esto último. Que se multe al infractor me parece correcto. Se establecen unas normas de conducción (más o menos acertadas) y una legislación al respecto que deben cumplirse escrupulosamente. Pero que alguien me explique porqué este país multa a los conductores que sobrepasan una determinada velocidad pero, sin embargo, les permite que en sus velocímetros aparezcan cifras mareantes como 220, 240 o incluso 260 km/h. ¿Quién corre a 260 km por hora?. ¿Porqué se permite la venta de vehículos susceptibles de alcanzar esas velocidades de vértigo en un país que pretende establecer en 110 la velocidad máxima permitida?. Que me lo expliquen. Como saben, existen en el mercado limitadores de velocidad. Dispositivos que impiden al conductor sobrepasar, aunque pise a fondo el acelerador, una velocidad determinada, pongamos por caso 120 km. ¿Porqué no se aplica por ley este sistema de contención?.


De esta forma quiero suponer que se evitarían accidentes, muertos en las carreteras y evidentemente muchas multas. Así los radares podrían ser retirados de nuestras carreteras sin problemas ya que ningún conductor, aunque quisiera, podría circular a más de 120 km aunque en el esfuerzo por pisar a tope el acelerador el pie le saliera por debajo del coche. No quiero ni pensar que un excesivo afán recaudatorio esté detrás de esta permisibilidad manifiesta hacia conductores y coches. ¿A nadie se le ha ocurrido esto? ¿Ni siquiera a la Dirección General de Tráfico?. Que alguien me lo explique. Resumiendo: le vendo un coche que puede correr a 260 km/h pero ni se le ocurra ponerlo a esa velocidad porque le multo. Que me lo expliquen.