miércoles, 9 de septiembre de 2009

Olores de un Jerez antiguo

(Artículo publicado el 10/08/09 en Viva Jerez)
En ocasiones paseo por las angostas callejuelas del barrio de San Mateo intentando captar en algún rincón esencias y recuerdos de una ciudad que ya no es. Sí, son las mismas calles y plazas, los mismos edificios en algunos casos reformados… pero hay algo que falta: el olor. Recuerdo mi infancia en la calle Justicia rodeado de olores. Esos que emanaban de la droguería de mis padres (alcanfor, jabón verde, colonias a granel, pinturas y productos de limpieza), de la bodega que daba pared con pared con nuestra casa de vecinos y que a ratos nos regalaba aromas de vino y vinagre; de la frutería de Jeromo que cada mañana nos despertaba con fragancias a mandarina y albérchigos, a tomates y yerbabuena; de las golosinas de Caramelos Donaire; del pescado fresco de la pescadería de la esquina de Justicia con calle San Juan, del intenso olor a chicharrones que cada jueves nos regalaba la carnicería de Manolo y Antonia, el olor a goma y lapicero de los niños que corrían calle abajo al colegio de Don Fernando Casas, la ¿porqué no decirlo? peste a podrido que emanaba de la azucarera cuando el corría el levante en esas noches de verano…

Y es que, los olores son grandes evocadores de recuerdos intensos. Y hoy, cuando paseo por los mismos escenarios de mi niñez, siento con tristeza y algo de nostalgia que esos olores han desaparecido. La modernidad echó el cerrojo a la droguería, y a la carnicería, la pescadería y la frutería. Cerró el colegio y se dejó hace años de trasvasar el vino de una bodega a otra atravesando la calle con esos grandes tubos que siempre dejaban regados los adoquines con algún chorro de fino o amontillado. No, Jerez ya no huele igual que hace 30 ó 40 años. Algo ha cambiado. Los grandes cascos bodegueros se convirtieron en lofts de lujo, los pequeños comercios de barrio desistieron ante las grandes superficies, el envasado acabó con los graneles y las azucareras se fueron con la remolacha a otra parte.

En ocasiones, muy raras veces, furtivamente, me llegan algunos de esos olores. Entonces cierro los ojos y me traslado a otros tiempos. A una niñez de pan con mantequilla, parches en los pantalones y juegos en la calle. Y sonrío nostálgico recordando cómo era esa ciudad que hoy ha desaparecido. Sí, es la misma, son los mismos rincones y plazas, las mismas calles y edificios. Pero, a la vez, es diferente. Ni mejor ni peor… diferente.

1 comentario:

  1. hola esteban.me has recordado tanto a mí.... me llamo juan antonio, viví alli, en la calle justucia 13, con mis hermanos, mis padres....con seis años que tenia y en el colegio de D Fernando..... y es verdad, esos olores forman parte de nuestras vidas....

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